Hoy he encontrado un libro que me llevo al nombre de Rimbaud, y como de una cosa se va a otra, dejo aquí este poema suyo.
Una temporada en el infierno
En otro tiempo, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos.
Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas —Y la encontré amarga—. Y la injurié.
Me he armado contra la justicia.
Me fugué. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio! Fue a vosotros que confié mi tesoro.
Conseguí hacer desaparecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre cualquier alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia fiera.
Llamé a los verdugos para que, al parecer, pudiese morder la culata de los fusiles. He invocado los desastres para ahogarme con la arena y la sangre.
La desgracia ha sido mi dios. Me he tendido en el cieno. Me he secado con el aire del crimen. Le he gastado buenas bromas a la locura.
Y la primavera me trajo la risa horripilante del idiota.
Luego, últimamente, cuando me he visto a punto de lanzar mi postrer bufido, se me ocurrió buscar la llave del festín antiguo para ver si, ella, recobraba el apetito.
La caridad es esta llave. —Esta inspiración demuestra que lo he soñado.
«Seguirás siendo hiena, etc...» insiste el demonio que me coronó con tan amables adormideras. «Llega a la muerte con todos tus apetitos, con tu egoísmo y con todos tus pecados capitales.»
¡Ah! ya aguanté lo mío:
—Pero, querido Satán, os conjuro; ¡miradme con ojos menos irritados! Y aguardando las pequeñas cobardías en demora, para vos que apreciáis en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, voy a destacar algunas odiosas hojas de mi carné de condenado.
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